En estos tiempos de reestructuración y reconversión del sistema escolar heredado de la modernidad,
los centros educativos se ven obligados a aprender, a responder a las demandas de un entorno incierto,
turbulento, inestable, sin esperar ni confiar en reformas estructurales. En estas coordenadas se inscribe -y puede ser
productivo- el modelo de las organizaciones que aprenden (learning organization, en la terminología
originaria). He advertido en otras ocasiones (Bolívar, 2000) de la necesidad de situar debidamente esta
propuesta, de forma que pueda estimular iniciativas de mejora, en lugar de distraernos con teorías
novedosas que dejan intacta la realidad.
Una prometedora imagen de futuro como ésta tiene que tener
presente tanto las realidades de que partimos como a dónde queremos ir.